DIEZ FOTOS DE SANTIAGO
Pedro Mardones
26 de mayo de 2023
Dicen que una imagen vale mil palabras. Te daré entonces diez en menos de ochenta para tener diez mil en poco más de quinientas.
La primera foto la tomé en un vagón del metro. Pasa la gente apurada en la vorágine frenética de “tengo que llegar a la pega”. A veces a una prueba o algo así, estudiando a último minuto mientras pasan los que venden pulseras o chocolates, y los músicos como siempre pidiendo aportes pa’ la música.
La segunda la tomé en una plaza por Santo Domingo, cuando quedaba poco o nada de sol. La gente pasea o toma algo sentada en unas mesas de patas oxidadas que por alguna razón se mantienen paradas. Unos chiquillos juegan a la pelota, aprovechando que hay poco auto a esta hora, y una batucada lleva toda la tarde practicando, tocando ritmos de landó, alguna de la Violeta, Los Jaivas o algo así.
La tercera fue en el centro, en La Alameda. Se ven La Moneda y sus rejas, las carpas de los que no tienen casa y que los pacos persiguen, y la U. de Chile con sus cabros saliendo estresados. Los edificios del siglo XIX, antiguos y rayados, y los del siglo XX, cuadrados y grises.
La cuarta en un café en Providencia. Un gallo lee La tercera en su Mac. Canta una amiga mía y toca otro amigo, mientras los graba la polola de este último, contra paredes celestes y aplausos. Después toco yo.
La quinta la tomé en la micro, yendo a Oriente en dirección al poniente. El micrero conversaba con una viejita que se sentó adelante, y se olvidó que tenía que bajarse en Avenida Ossa. La sexta en bicicleta yendo a un estero. Cruzamos el cajón del Mapocho. A un amigo se le ocurrió hacer 20k, así que le tomo foto a la ruta de 40k de ida y vuelta, pero los edificios y cerros solo me dejan tomar medio kilómetro. De paso tomamos litro y medio de agua para que las piernas no se nos caigan.
La séptima es especial. La tomé en mi casa, en la ventana de mi pieza al amanecer, descansando con el viento en las hojas y los pájaros despertando, mirando la cordillera nevada.
La octava en la cima de un cerro. Vinimos con dos amigos. Nos quejamos todo el camino, pero volveremos dos veces más en el año y varias después. Santiago se abre, con sus edificios, calles, casas e historias fundidas en un nudo. Su torre arrogante se muestra indolente. Un murmullo se escucha de lejos. Murmullo de ruido, música, electricidad y agua oscura. Cemento, pintura, llanto y risa. Bajamos el cerro hablando todo el camino, con las piernas entumecidas.
La novena se la tomé a un mural de la Virgen en Bellas Artes. Me mira triste con su Cordero en brazos. Sus ojos son universos y su ofrenda es de tierra. Aunque esta foto no la tomé yo.
Y la décima la tomé en la noche, esperando capturar su cielo negro y tierra brillante de ampolletas y espejos. Por desgracia la cámara se me rompió.
No le cupo tanta palabra.